Cada día, al despertar, me encuentro la misma noticia, y yo, por más que la busco, no la encuentro. Levanto, y al salir de casa, llega ese momento que no comprendes lo que lees, ni entiendes lo que en la televisión ves. De camino a la universidad, ves los mismos coches, que gastan el mismo carburante, la peculiar torpeza de las autoescuelas, que no son gratuitas, claro está, el insufrible atasco en la SE-30… Llegas a la cafetería (con el estómago vacío no vas a entrar en clase), y cientos de jóvenes desayunando, esperando impacientes un turno para que les atiendan, y en las mesas sus tostadas de siempre, su bollería de siempre, su café de siempre…
Más tarde, te adentras en la zona histórica de la ciudad, y te encuentras con las calles atestadas de personas, que andan despavoridas buscando la prenda útil, el regalo perfecto, el complemento ideal, y el mismo desembolso continuamente. Y en estas fechas, se hace imposible hasta el caminar por las calles, llámese Sierpes, Alcaicería o Tetuán, bolsas llenas de ropa que te golpean las rodillas al pasear, cajeras trabajando más inclusive que hace justo un año, billetes por aquí, monedas por allá… ¿Será cuestión de aparentar? Al anochecer, te propones salir a cenar, y hacemos un símil entre encontrar una silla vacía y que te toque la lotería. Imposible acercarte a la barra, codazos como invitación de la casa, tapas y raciones por doquier… y me pregunto yo ¿Dónde está la crisis?
¿Será un invento del capitalista, que al fin y al cabo, es el que se beneficiará de esta situación? Terrenos adquiridos a coste cero, para prolongar una espera, hasta venderlos dentro de unos años al triple del precio comprado. ¿Será un invento de la oposición? ¿Y si es verdad? ¿Dónde iremos a parar mañana, con el dinero derrochado a día de hoy? ¿Será esto un cuento de ficción? ¿Cuál es el final para los nuevos parados, para las fábricas cerradas, para las miles de personas que compran un periódico buscando un anuncio que les dé lo que no tienen, trabajo? ¿Cuál es el final para esos que dejaron su puesto para ingresar en la nefasta cola del INEM? Y sobretodo, me pregunto, ¿por qué siempre el débil es el peor parado, por qué sigue siendo el mundo tan injusto, que quita al que no tiene, y enriquece al que ejerce el caciquismo, que en pleno siglo XXI, todavía florece? Tantas preguntas sin respuesta… Sólo queda decir, que el sol no se ha puesto aún por última vez…
Ignacio Ollero Sánchez